Tardes de persianas bajadas

Lo inevitable tiene un algo sumamente frustrante; uno piensa que es inmune, por lo que ver cómo tropieza y cae en las mismas trampas que suponía que habría tenido el sentido común de evitar viene a ser como echarse encima una segunda capa de aflicción.

lo que el arte aspira a lograr es, en última instancia, la exploración del estado de la humanidad, hermoso a pesar de y a veces debido precisamente a sus deficiencias.

espero que el verdadero talento artístico tenga menos que ver con la delincuencia juvenil y las Harleys, y más con tener la valentía de documentar una verdad tocante a tu vida.

solo una pizca de vigorizante vagabundeo puede ofrecer.

los discos son editados por gente aburrida e insípida, incapaz de expresarse lingüísticamente más allá de los clichés, y en efecto, en cierto modo, la industria exige esta falta de imaginación; a pesar de los cambios que le ha impuesto la revolución digital, continúa siendo una bestia pesada y torpe a la que le resulta difícil enfrentarse a las nuevas ideas, pero ese carácter inalterable e ineluctable es su forma de caminar eternamente hacia adelante.

los críticos comenzaron a constatar, correctamente, que yo estaba regurgitando ideas hasta tal punto de que daba la impresión de que lo único que hacía falta para componer un tema de Suede era mencionar unas cuantas expresiones de inventario del tipo «cielos nucleares», «coches alquilados» y «cerdos por autopista» o cosas por el estilo

esa sensación definitiva de que quizás podría estar a tu alcance cuchichear a través de las generaciones.

un leviatán taciturno y lleno de rabia, un sombrío himno a la sospecha y a los celos.

El cuadro de la vida británica que habíamos esbozado en un principio, y que yo consideraba como algo más afín a una película de Mike Leigh, estaba siendo ahora distorsionado por otros y convertido en una película de la saga Carry On14, pero sin la fragilidad, la poesía y el dolor de las películas de aquel: un vehículo espantoso para el nacionalismo latente y la misoginia ladina, una caricatura barata y desprovista de gracia que apestaba a cerveza, despojada de pasión o de rabia, y que se cobijaba cobardemente tras una frágil máscara de ironía.

Esta simplificación forma parte del sistema que permite al público procesar ingentes cantidades de información y ver las cosas sin los molestos matices grises que requiere la realidad.