Kairós

Desde hace unas semanas ha adoptado la costumbre que tiene él de escribir todo en minúscula, ninguna palabra debería estar por encima de otra, que cada uno piense por sí mismo qué es un nombre propio y qué no, ¿o no?

«las aspiraciones que tienes con respecto a ti misma crecen muy tímidamente»

«para que tengamos un futuro, tiene que haber más que tomar cafés y cama».

¿Cómo soportar que el presente se precipite, momento a momento, y se transforme en pasado?

Crear una rutina de trabajo cuando más allá de eso ya no hay nada.

No hay excitación mayor que la que uno siente ante lo que sería posible. ¿Mayor que por lo que de verdad ocurre? Mucho mayor, dice él, pues solo en aquello que uno imagina no falta nada, no hay mácula.

Qué haces con este presente que era nuestro futuro, preguntan los muertos.

A las tres de la tarde en el altar de Pérgamo, nunca nadie se había citado con ella así.

¿Sabes que entre los antiguos griegos algunos creían que el Sol se paseaba de noche de oeste a este bajo la Tierra, de un lado a otro, atravesando el inframundo, hasta reaparecer a la mañana siguiente?

Una noche, al final de la guerra, de camino al refugio antiaéreo subterráneo, mi padre tiró mi camisa parda de las Juventudes, junto con el cinturón de chapa metálica y las condecoraciones, por encima de la valla.