La práctica de la entrevista clínica

Esta paranoiquización, es una manera de exteriorizar el objeto malo sin difundirlo anárquicamente en el propio cuerpo.

Se debe siempre pensar que un paranoico es un esquizofrénico que se ha curado a través de la paranoia y, en consecuencia, que un esquizofrénico sufre, en cambio, de no ser suficientemente paranoico, o sea, de no poder confiar en un delirio estructurado.

El esquizofrénico no accede al estadio del espejo. Su cuerpo permanece más acá del espejo, en una condición de fragmentación. La vivencia fundamental del cuerpo en el esquizofrénico es de dispersión, de disociación, de disgregación.

La manifestación psicopatológica primaria de la esquizofrenia es la de la fragmentación del cuerpo. El sujeto vive el propio cuerpo —enseña Lacan— como un cuerpo-en-fragmentos. El esquizofrénico, respecto del paranoico, sufre de no alcanzar a organizar un delirio. El delirio, de hecho, es la forma de autoterapia más eficaz que el psicótico puede estructurar.

El riesgo en la transferencia psicótica es siempre que puede desarrollar una erotomanía o una paranoia que tenga como objeto al analista.

¿Pero qué encuentra el niño en el espejo? Encuentra al que no ha visto nunca antes, el estadio del espejo es para Lacan una encrucijada fundante del sujeto, porque el niño encuentra y ve lo que no ha visto nunca antes, o sea, a sí mismo, la imagen de su cuerpo.

La fórmula teórica fundamental de Lacan es que el sujeto recibe su mensaje del Otro en forma invertida.

La transferencia que se produce en el setting analítico tiene una particular importancia porque se vuelve objeto de análisis

la acción del Otro que impone el destete, que genera la pérdida del objeto-seno y, por tanto, una pérdida de goce. Tal pérdida, sin embargo, está contrabalanceada por el hecho de que la boca se vuelve una zona erógena, o sea, la sede de una actividad erotizada, sexualizada.

La dimensión esencial de la transferencia en el tratamiento psicótico es la disponibilidad.