Caraval

Recordó haber pensado que enamorarse de él sería como enamorarse de la oscuridad, pero ahora se imaginaba que él era más bien como una noche estrellada: las constelaciones siempre están ahí, fijas, una magnífica guía contra la sempiterna oscuridad.

No me mires así —le dijo a Julián—. Conmigo no funciona.

—Por eso es tan divertido.

—No tengo miedo de tus secretos.

—Ojalá pudiese decir que no deberías tenerlo.

Sin embargo, al mirar a Julián, no podía negar que seguía queriéndolo.

—¿Lo puedes negar? Tú sabes mucho sobre mí, y yo no sé nada sobre ti que sea cierto.

Tella dio un paso más allá de la cornisa del balcón.

No podía haber sido todo mentira, un simple juego para Julián. Hubo momentos que ella sabía que fueron de verdad.

Y ese es el motivo de que haya tenido a Julián trabajando para mí durante todo el juego.

—Yo solo te he apartado una vez.

todo lo que ella sintió fue el roce de su mano en la mejilla, tan sutil que pensó que se lo estaba imaginando, igual que la suave presión de sus labios en la nuca, justo antes de morir.