Lo que vio la asombró. La superficie que tenían debajo rebosaba de energía púrpura, oscuras manchas donde los muertos se reunían con su furia latente, fríos y hambrientos. Pero entre aquellas sombras ardían almenaras de luz dorada, más fuerte, más vital, con vida. Imposible. Los muertos y los vivos no podían trabajar codo con codo. Los muertos existían sólo para devorar vida. Y sin embargo, ella veía lo que veía. Cuando estaba intentando procesar qué significaba, vio una de las formas doradas moviéndose, levantando algo hasta su ojo. Algo que sujetaba con ambas manos. Abrió los ojos y divisó a un hombre vivo de piel clara apuntándola directamente con un rifle.