pragmáticas de la vida en común con los otros; y ante el benéfico debilitamiento de las iglesias por el desarrollo de formas de vida autoconscientemente seculares. Las confesiones cristianas han ido a la escuela del pluralismo transformándose en factores contables de la ecúmene universal. Considerado bajo este punto de vista, el cristianismo, al menos en el amplio grueso de su pelotón, ha entrado en su período postimperial y, por lo que puede reconocerse, sin retorno. Una excepción la constituyen las sectas radicales, sobre todo en el ala evangélica, que instauran el «fundamentalismo como medio de reuniversalización»59. Se puede sacar provecho de ellas, como ilustradoras a pesar suyo, escuchándolas como informantes sobre el universalismo de los lunáticos. No es éste el lugar de debatir ni decidir sobre si puede deducirse de su ejemplo la naturaleza histérica de todo universalismo militante.