Apuntes de un escritor malo

No era yo quien hablaba. El demonio del licor me convertía en su Linda Blair y me hacía despotricar contra mis ídolos, el muy maldito.

siempre he padecido de un mal muy malo. Los doctores no han podido diagnosticarlo —incluso dudan de su existencia—, por lo que he decidido llamarlo biblio-narcolepsia

Órganos como las manos, la boca, la nariz, los ojos, que parecen los principales aliados de la especie, son nuestros más temibles traidores

El gentío, la cruda, el calor, sumados a frases de Ennio que me fueron llegando cual relámpagos, frases como "ya no hay libreros que te hablen de libros, sino dependientes de supermercado", "las librerías se han convertido en Walmarts o 7-Elevens de libros", las editoriales "imitan a la Coca-Cola y se apoderan de los espacios para novedades en librerías y publicaciones"; "los editores se han olvidado de trabajar un manuscrito con un autor y se han reducido a simples gerentes de las Letras", me cayeron como puntapié en el estómago, lo cual es un eufemismo para no aducir a otra parte anatómica, y sentí que me hervía la sangre.

Sí, amigos, Escribator, el entrañable superhéroe, pasó a convertirse en Aspirator: una simple aspiradora, compuesta por un juego de palabras con la

palabra "aspirar": un artefacto doméstico que aspira a ser escritor y que, mientras tanto, tiene que tragarse toda la mugre

exclusiva zona, plagada de casitas felices

Ahora ya no queda mucho, pero dentro de todo lo que solía ser el todo, sobresalían dos cosas: una por escandalosa, la música; y otra que subyacía por silenciosa, la literatura. Viví la primera y vivo para la segunda.

Nuestra miseria es su riqueza.

Tijuana se olvidó de embellecerse: se olvidó de las formas y de las apariencias.