La ética de la crueldad

Si alguien me lo reprocha diré que la escritura no es nunca culpable, como no lo pueden ser los pensamientos: todos hemos asesinado en nuestra imaginación

La ética de la crueldad, a fin de cuentas, deriva del deseo honesto de desgarrar el velo de la ilusión, trabajo permanente e inagotable, de negarse a aceptar que las cosas son como parecen o como deben ser

El escritor, cruel o no, concibe con frecuencia frases que son un descubrimiento para él, no sabe de dónde salen, pero de repente se encuentran en el papel o en la pantalla invitándole a seguir descubriendo, a adentrarse en esa idea recién encontrada y continuar la exploración.

dejar de mirar un mundo exterior con el que solidarizarnos o del que escandalizarnos, para concentrarnos en quienes somos, convertidos a nuestro pesar en personajes de la historia. Sólo así podremos acercarnos a una literatura que no está concebida como espectáculo para nuestro esparcimiento,

funciones principales de la literatura cruel: que el lector deje de mirar la realidad para mirarse a sí mismo.

Para cumplir estas tareas, sea la desmitificación, sea la indagación en las partes menos luminosas del ser humano, es inevitable agredir al lector, despojarle de asideros, hacer que sienta el golpe

fondo no existe, que la caída no tiene final, que no hay tierra firme en la que sentarse a descansar. Ésa es, si los lectores están de acuerdo conmigo tras acompañarme en mis reflexiones, la principal enseñanza de la literatura cruel.

la cultura» ha institucionalizado lo grotesco y lo cruel como vías perfectamente aceptables de expresión artística e incluso como argumentos de venta; decir hoy de una obra que es salvaje, corrosiva o subversiva se ha vuelto una forma de elogio

las personas a las que más odiamos son aquellas que se nos parecen.

Sólo podemos percibir la realidad a través de la distorsión a la que la someten nuestros prejuicios, ideologías y creencias. Pero Jelinek aprieta y da tirones más fuertes que nadie; rompe, raja, revienta una normalidad que lo es porque nos hemos acostumbrado a ella.