«De cada uno de los bichos que limpiás a diario, si hacés el mínimo intento de trazar una genealogía, aparecen las horrendas circunstancias de su muerte», dice Carranza, uno de los personajes de Taxidermia. Esta novela, que Carolina Musa construye alrededor de un hecho real (el incendio del Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de Rosario, el 1° de julio de 2003), se convierte, mucho antes de que el lector lo advierta, en el terreno que habilita el rastreo de esa genealogía.
Un estudiante que no estudió, una empleada que no zafa de su madre, un hermano que roba las hectáreas de la familia y el taxidermista que dirige el Museo moverán la trama entre el policial, el absurdo y la distopía retroactiva que incluye contactos con alienígenas, exposiciones de híbridos y fetos enlatados.
La linealidad del lenguaje estalla en caligramas, poemas visuales, alteraciones de la tipografía como los vidrios del museo en la escena final: la escritura de Musa hurga sin mediaciones ni preámbulos en la subjetividad de los personajes que saltan de la palabra al sueño y de la acción al deseo sin escalas.