Luis Sepúlveda

Desencuentros

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  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    Era un viaje aburrido. La pampa salitrera murió hace demasiado tiempo y los pueblos abandonados hasta por los fantasmas de los mineros no ofrecían ningún espectáculo digno de mención. Hasta los guanacos, que a veces languidecían de tedio mirando el paso del tren con expresión idiota, eran aburridos. Uno ve uno y con eso los ha visto todos.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    París. No sé. Me gusta porque vivo la presencia de otros. Habito con y en el recuerdo de otros a los que quise, a los que quiero. Todavía no he llegado a conocerlo en la intensidad de la lengua y de la sangre, aunque una vez dejé un trocito de cuerpo en una vieja casa del Boulevard des Batignoles y terminé agarrado a patadas con un yanqui ex campeón de pesos medianos. No sé. ¿Cómo decirlo? En ese tiempo no era yo, el de ahora. Era la sombra de Hemingway recorriendo las calles en busca de puerros y de las virutas del lápiz del maestro. París. Ahora se me ocurre que tengo serios problemas con los cagaderos parisinos. Cuando era muy joven me fracturé una pierna jugando al toma y daca con unos policías, y desde entonces soy absolutamente inepto para el tipo de gimnasia que exige la cultura sanitaria francesa. Pero no más divagaciones. Usted quiere que le hable en lenguaje de escritor de cuentos y ya hemos empezado diciendo que "es 12 de febrero".
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    París. ¿Cómo decirlo? Temporadas breves, claro. A lo más un par de semanas, y desde que los franchutes se pusieron duros con las visas, nada más que unas horas mientras espero la combinación ferroviaria que habrá de llevarme a Madrid o de regreso a las orillas del Elba. Por lo general viajo con poco equipaje, así puedo caminar desde la Gare du Nord hasta la Gare d'Austerlitz evitando la línea cinco del metro que en las horas de gran público tiene un olor que para qué le cuento.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    Camino y hablo. Camino por París y hablo con mis amigos de Madrid, sentado en mi cuarto hamburgueño. Tiene razón Onetti: hay que renunciar a los territorios fisicos y habitar el territorio de la imaginación.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    Quiero creer que ese amor, como el libro, sobrevivió a la noche del olvido, que al ocaso de su vida Pilar Solórzano llamó a su hermana diciéndole: "Ven, voy a hablarte de Genaro Blanco" y, al callar asomada al abismo de los años, el silencio compartido fue un inmaculado lenguaje de amantes, más poderoso que todas las ausencias, que todos los dolores, y que la fuerza de ese amor se mantuvo alimentada por la certeza dé mi inevitable llegada, prevista por una inexplicable voluntad que me eligió como testigo de ese desencuentro al otro lado del tiempo.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    EL libro me esperaba en un rincón de una pequeña librería de viejo, en Praga. Aquélla era mi última mañana en la ciudad a la que había acudido para participar en un homenaje a Jaroslav Seifert, y, como a la obra de Seifert no se la encuentra ni en los estudios ni en los discursos laudatorios, decidí dedicar esas horas finales a vagar por las cercanías de San Wenceslao, sin rumbo fijo, divagando acerca del origen de las estrechas calles que a veces parecen creadas por los deseos del poeta.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    —A veces la memoria no es buena compañera. Hay que saber olvidar rápidamente.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    Estaba contento. Tenía una cita para esa noche. Alguien a quien tocar, ver, hablar. Olvidar la muerte pan de cada día.
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    Soy un hombre decente. Tengo miedo.

    José Martí
  • Yatzel Roldánalıntı yaptı4 yıl önce
    Con el paso del tiempo aprendí a olvidar sus palabras ojos, la dimensión de sus adjetivos labios, la nitidez de sus manos sustantivos. Con el paso del tiempo pasó el tiempo sobre mis pasos, y yo me fui llenando de olvidos que me fueron olvidando. La ciudad de la que he hablado ya no existe, ni las calles, ni el negocio de las mudas, ni las corbatas anchas como remos, ni las palmeras enanas, ni la atmósfera proustiana libre de decadencias. Todo ha sucumbido. La música, el salón de bailes, el perro inclinado junto al gramófono. Todo se perdió, lo perdí. Se perdió hace tiempo la hinchazón de mi ojo, pero queda el hematoma del alma y algo falta, Mabel, algo falta, y por eso uno va por la vida caminando como un insecto cojo, una lagartija sin cola o algo así.
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