El tercer policía

Cuando me vaya, me llevaré conmigo todo cuanto te ha hecho lo que eres; me llevaré todo tu significado e importancia y todas las acumulaciones de instinto humano y apetito y sabiduría y dignidad. Serás abandonado con nada tras de ti y con nada que dar a los que esperan. ¡Ay de ti cuando te encuentren! ¡Adiós!

De Selby compara la posición del ser humano en la tierra a la de un hombre sobre un alambre que debe continuar andando por él o perecer, siendo libre en cualquier otro aspecto. El movimiento en esta órbita restringida resulta una alucinación permanente conocida convencionalmente por el nombre de «vida», con sus innúmeras concomitantes limitaciones, aflicciones y anomalías.

—Una vez me encontré con un hombre alto —me dijo por fin— que tampoco tenía nombre, y sin duda alguna, usted es su hijo y el heredero de su nulidad y de todas sus nadas. ¿Cómo se encuentra su papá hoy en día y dónde está?

Todo era trascendental y aterrador; la mañana entera, el mundo entero parecía no tener finalidad salvo la de encuadrar aquella casa, y darle magnitud y alguna disposición para que yo pudiera abarcarla con mis sentidos, y engañarme a mí mismo fingiendo que la comprendía.

Es un curioso enigma observar cómo una mente tan lúcida podía llegar a cuestionar las realidades más obvias, e incluso objetar hechos científicamente probados (como la secuencia del día y la noche) a la vez que creer absolutamente en sus propias fantásticas explicaciones a estos mismos fenómenos.

—¿La vida? Muchos hombres se han pasado cien años tratando de determinar sus dimensiones, y cuando por fin uno ha llegado a comprender algo y ha abrigado cierta perspectiva en su cabeza, por el amor de Dios, ¡se va a la cama y se muere! Se muere como un perro envenenado. No hay nada tan peligroso, no te la puedes fumar, nadie te dará ni dos peniques y medio por la mitad de ella, y al final te mata. Es un extraño artilugio, muy peligroso, una certera trampa mortal. ¿La vida?

Le sonreí con jovial perplejidad y dije:
—Hombre engañoso, es usted difícil de ubicar y tampoco es fácil adivinar su posición social. Por un lado parece usted contento pero, por otro, no da la impresión de estar satisfecho. ¿Qué tiene usted que objetar a la vida?