Inocencia interrumpida

Cuando me metió los dedos en la boca, me supieron a cera de oídos.

—¿Piensas alguna vez en aquellos días allá, en ese lugar? —preguntó.

—Sí —respondí—. Sí que pienso en ellos.

—Yo también —sacudió con la cabeza—. Oh, muy bien —dijo con cierta alegría.

—Quiero… —Lisa vaciló. Nunca la había visto quedarse sin palabras—. Quiero que seamos una familia de verdad, con muebles y todo eso. Quiero que tenga una vida de verdad. Y el templo ayuda. No sé por qué, pero ayuda.

A menudo me pregunto si estoy loca. También se lo pregunto a otras personas. “¿Es una locura decir esto?”, pregunto antes de decir algo que quizá no sea una locura.

Uno de los grandes placeres de la salud mental (sea esto lo que sea) es que puedo pasar menos tiempo pensando en mí.

Puedes ir y venir entre estas percepciones y experimentar una especie de vértigo mental. Y si lo haces, estás pisando el terreno de la locura, un lugar en el que las falsas impresiones tienen el sello de la realidad.

Y al final, lo perdí. Lo hice a propósito, como Garance perdió a Baptiste entre la multitud. Necesitaba estar sola, sentí. Yo quería seguir sola hacia mi futuro.

He perdido mucho tiempo, y necesito saber cuánto. Necesito saberlo.

Cuando estás triste necesitas escuchar tu pena estructurada en sonido.

¿El hospital se especializaba en poetas y cantantes, o eran los poetas y los cantantes los especializados en la locura?