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Julio Ramón Ribeyro

Crónica de San Gabriel

  • Edali Castroalıntı yaptı5 yıl önce
    Tenía la impresión de que algo mío había quedado allí perdido para siempre, un estilo de vida, tal vez, o un destino, al cual había renun­ciado para llevar y conservar más puramente mi testimonio.
  • Edali Castroalıntı yaptı5 yıl önce
    Al fin volvió hacia mí la cabeza y me examinó con atención. Diríase que trataba de estudiarme, de descubrir alguna idea escondida. En ese momento sentí vergüenza y me dije que si leyera en mi corazón podría llegar a odiarme para toda la vida.
  • Luis Torresalıntı yaptı5 yıl önce
    —Te voy a dar un consejo —dijo—. Las mujeres son como las frutas del árbol. Quiero decir que solo caen en tus manos las maduras. Las otras, hay que estirar los brazos y arrancarlas.
  • Leyla Leonalıntı yaptı15 gün önce
    incrustada en el pecho. Fue en ese momento cuando sentí una sensación extraña: la de es­tar recorriendo un camino ya conocido. Los parajes tenían para mí un lenguaje secreto. No podía prever ningún ac­cidente, ningún recodo del camino, pero una vez propuestos a mi vista los asumía con familiaridad y sentía la turbación de un reencuentro. Felipe se detuvo de súbito al lado de un albergue.

    —Bajemos —ordenó.

    Una india vieja salió a recibirnos, abrazó a Felipe con al­borozo y nos invitó a tomar chicha. Felipe secó su jarro y me hizo pasar a una habitación interior que parecía un cuarto para viajeros. Yo me preguntaba si estaríamos ya en la hacienda. Luego de mirar por la ventana, Felipe se volvió con pres­teza.

    —Aquí se albergaba mi padre cuando era comisario —dijo contemplando el camastro—. Una persona que nunca supimos quién
  • Felipe de Jesús Martínez Garcíaalıntı yaptı5 ay önce
    negro Reynaldo decía que los perros veían al diablo y que si nos untáramos los ojos con sus legañas nos moriríamos de espanto.
  • Felipe de Jesús Martínez Garcíaalıntı yaptı5 ay önce
    soledad comenzaba a parecer­me como una enfermedad o un mal augurio. Me disponía a levantarme cuando vi a Leticia apoyada en una columna, a pocos pasos de mí. Sus apariciones eran siempre impre­vistas. Yo estaba seguro de que surgía del viento, que tenía un pacto con las cosas
  • Felipe de Jesús Martínez Garcíaalıntı yaptı5 ay önce
    Los incidentes anteriores habían dejado su larva y mi cora­zón comenzaba a pudrirse.
  • Felipe de Jesús Martínez Garcíaalıntı yaptı5 ay önce
    Yo quedé un rato contemplando por la rendija el ojo del delincuente. Era un ojo irritado y terrible que me llenó de estupor, porque me pareció que por él miraba, no una persona, sino una multitud de gente desesperada.
  • Felipe de Jesús Martínez Garcíaalıntı yaptı5 ay önce
    Me di cuenta de que ella no es­taba allí, que su cuerpo era solo un pretexto porque su co­razón latía a muchos años de distancia. La paz, la infinita calma de su semblante, la deshumanizaban, la volvían abs­tracta como una idea o una plegaria. Mis rodillas se doblaron y, de pronto, me encontré inclinado sobre su falda, la mirada impávida, como a la orilla de mi propia tumba.
  • Felipe de Jesús Martínez Garcíaalıntı yaptı5 ay önce
    En San Gabriel había demasiado espacio para la pequeñez de mis reflejos urbanos.
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