Ah, Fernandito…
—No, Fernandito, no; hoy soy Fernando. Y no tengo más remedio que decirle que cuando salgo de clase por las tardes, a la primera que veo siempre es a usted, porque lleva unos vestidos tan horribles y de unos colores tan fuertes que es imposible no verla… Llevo todo el año viendo sus vestidos, y creo que tenía que decírselo. Esa es la verdad.
—Fernandito, ¿qué te pasa?
—No lo sé, no estoy seguro, pero me siento muy bien. Ahora la tengo que dejar, señora, tengo muchas cosas que hacer. Buenas tardes