El anticuario

las enfermedades mentales, como sabes, te hacen hablar, pero suelen convertir el lenguaje en un ritual.

así es como pensamos sobre la locura, como un peligro de aniquilamiento. El riesgo de un ataque capaz de destrozar a alguien; al paciente o a cualquier otro sujeto que se aproxime a él. De todas las enfermedades que en el pasado se creían contagiosas, y de las que ya se sabe bien que no pueden serlo, la locura y la lepra son las únicas que continuamos viendo como un riesgo epidémico: como si vivir entre locos, hablarles, tratar con ellos, pudiera desquiciar al observador

¿Usted sabe lo que es tener dentro el espectro de la enfermedad y que a esa pobre persona le prohíban exhibir sus síntomas, con los cuales, de todos modos, nunca aprenderá a convivir íntimamente?

Es que a veces, dijo luego, pienso que estas personas merecen la posibilidad de circular por el mundo, aunque no sea para otra cosa que acabar destruyéndose en él.

“¡Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu Reino,

si habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas.

Cómo decirle pelo al pelo

Diente al diente

Rabo al rabo

Y no nombrar la rata.”

Antonio Cisneros

“Cada vez que te nombras a ti mismo,

nombras a otra persona.”

Bertolt Brech

ésta Juliana, en cambio, era un teatro lleno, un espectáculo: puedes amar a un espectáculo, pero él no te amará; ni siquiera sabrá que estás allí.

era una persona mucho más viva y más real que cualquier otra, porque había aprendido que el mundo era un enemigo y que había que engañarlo a toda costa.

mientras más monstruoso es alguien, más único

Lo que pasa no es que me niegue a ver el mundo en el que vivo; es que rehúso darle más importancia que a los demás,