Los miserables

En la profundidad imprecisa aparecen realidades quiméricas

Viajar es morir y nacer en cada instante.

Estos seres pertenecían a esa clase bastarda compuesta de gente grosera recién llegada a una situación media y de gente inteligente venida a menos, que está entre la clase media y la clase inferior, y que combina algunos defectos de la segunda con casi todos los vicios de la primera, sin tener el generoso impulso del obrero ni el orden honrado del burgués

–¿Qué harías si dejara de amarte?

–¡Yo! ¡Ah, no digas eso ni siquiera en broma! ¡Si dejaras de amarme te saltaría encima, te pegaría, te arañaría, te sacaría los ojos, te echaría agua hirviendo, haría que te detuvieran!

pero eran estudiantes, y quien dice estudiante en París dice parisino; estudiar en París es nacer en París.

El alma de los justos contempla durante el sueño un cielo misterioso

Los deberes de todos son los grandes deberes. Hay cuatro. San Mateo los señala: deberes hacia Dios (Mt 6), deberes hacia uno mismo (Mt 5, 29-30), deberes hacia el prójimo (Mt 7,12) y deberes hacia las criaturas (Mt 6,20.25).

Fuera de cinco o seis excepciones inmensas que suponen el esplendor de un siglo, la admiración contemporánea no es otra cosa que miopía

Quien no ha sido un crítico obstinado durante la prosperidad debe callar ante el derrumbamiento

Se diga lo que se diga, la Revolución francesa es el paso más importante del género humano desde el advenimiento de Cristo