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Upton Sinclair

La jungla

  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    Qué necio, qué necio había sido! Por su condenada debilidad había malogrado su vida y arruinado su persona. Pero todo eso tocaba ahora a su fin. Arrancaría el mal de raíz y no habría ya ni lágrimas ni vestigios de ternura. Unas y otras le habían reducido a la esclavitud. A partir de ahora sería libre. Rotos los grilletes, se alzaría para luchar. Se alegraba de que el fin hubiera llegado tan pronto. Llamado a producirse un día u otro, mejor era así. Ni mujeres ni niños tenían cabida en aquel mundo; cuanto antes lo abandonaran, mejor para ellos. Sufriese Antanas lo que sufriera en el lugar donde se encontraba ahora, sus padecimientos nunca excederían los que la tierra le reservaba.
  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    semanal, no fue eso lo que hizo. Esta vez anduvo incesantemente, ciego a todas las cosas, a través del barro y el agua, hasta que, por último, buscó asiento en un escalón, hundió el rostro en las manos y se quedó, por lo menos media hora completamente inmóvil. De tarde en tarde, para sus adentros, musitaba: «¡Muerto! ¡Muerto!».
    Al cabo de un rato se alzó otra vez y reemprendió su caminata. El crepúsculo andaba ya avanzado y Jurgis estuvo caminando hasta que, caída ya la noche, encontró cerrado el camino por la barrera de una vía férrea que estaba tendida al paso de un tren de mercancías que avanzaba lenta pero estruendosamente. Jurgis se detuvo a mirar y, en ese momento, de la manera más inopinada, un loco impulso que, callado, latente, desconocido, había estado germinando en su interior, cobró súbita vida y se apoderó de él. Había reemprendido la marcha, esta vez a lo largo de la vía y, cuando hubo dejado atrás la caseta del guardabarrera, dio un salto al frente y se aupó a uno de los vagones.
  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    La noticia suscitó en Jurgis una singular reacción. Mortalmente lívido al principio, se dominó al punto y, luego, crispadas las manos, prietos los dientes, permaneció inmóvil en el centro de la habitación por espacio de medio minuto. Luego, y tras apartar a Panei Aniele, ganó de dos zancadas la habitación vecina y escaló los peldaños que llevaban al desván.
    En un rincón, sus formas insinuadas por la manta que lo cubría, había un cuerpo y, tendida junto a él, llorando acaso desvanecida —no era posible precisarlo—, estaba Elzbieta. Marija iba y venía por todo el espacio del sotabanco dando voces y retorciéndose las manos. Jurgis comprimió más las suyas y la interpeló, la voz llena de dureza:
    —¿Cómo ha sucedido?
  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    mala nota del distrito de los muelles y los nombres de las mujeres que las dirigían y los días en que ellas se daban grandes banquetes, a los que asistían los jefes de la policía y los altos cargos políticos. Si un forastero les preguntaba, podían enseñarle cuál era la famosa taberna Hinkydink e incluso darle los nombres de los jugadores y maleantes de toda clase que tenían aquel garito por cuartel general. Y, peor que todo esto, los dos chicos empezaron a contraer el hábito de no volver a casa por la noche. ¿Para qué —solían preguntarse— perder tiempo, energías y, acaso, el importe del desplazamiento para ir todas las noches a su casa, cuando el tiempo estaba tan hermoso y podían dormir no menos bien debajo de un coche o en el quicio de una puerta? Siempre que llevaran dinero a casa, a razón de medio dólar por día, ¿qué importaba cuándo y cómo lo entregasen? Pero Jurgis declaró que de esto a no volver más al hogar no habría más que un paso. Por eso se decidió que, al llegar el otoño, Vilimui, Nikalojus y la pequeña Kotrina volvieran a la escuela y que Elzbieta regresara a las labores de casa.
  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    prenta.
    El lago Michigan se encuentra a cuatro o cinco millas al Este del barrio de los mataderos; sobre él, los vientos helados del norte soplan con furia. Muchas veces, durante la noche, el termómetro desciende a diez, quince o veinte grados bajo cero; por la mañana, las calles Se encuentran obstruidas por masas de nieve que alcanzan, a veces, hasta las ventanas de los primeros pisos. Además, las calles por donde la mayor parte de los obreros tienen que pasar para ir al trabajo están a medio urbanizar, sin empedrado y llenas por todas partes de baches y socavones. En verano, cuando la lluvia cae a mares, el obrero, para llegar a su casa, tiene algunas veces que atravesar parajes con el agua hasta la cintura. Pero, en invierno, pasar por los mismos sitios antes de amanecer o después de cerrar la noche no es cosa que pueda tomarse a la ligera. Podían, tratando de abrigarse, echarse encima cuantas ropas poseyeran; pero contra lo que no hay abrigo es contra la fatiga, y muchos hombres, en la lucha contra la nieve, caían rendidos y se dormían sobre el suelo helado.
  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    Poco a poco, sin embargo, les fue enjaretando los detalles de la terrible historia. En primer lugar, la casa que madre e hijo habían comprado no era nueva, como creían, sino que tenía más de quince años. Lo único nuevo era la pintura, y ésta era de tan mala calidad que tendrían que renovarla cada año o cada dos. La casa formaba parte de un grupo de viviendas construido por una compañía creada exclusivamente para robar el dinero a los pobres. Se hacía pagar por ella mil quinientos dólares, en tanto que el coste de la construcción no había sido ni de quinientos nueva.
  • joaquin0112neoalıntı yaptı4 yıl önce
    Guiados por este ruido, los paseantes continuaron su camino. Su avidez y curiosidad era la de un grupo de muchachos a la vista de un circo de feria que exhibe su colección ambulante de fieras. El espectáculo, en verdad, era muy semejante.
  • joaquin0112neoalıntı yaptı5 yıl önce
    Hace algunos años, en 2006, se estrenaba en los cines de todo el mundo la película de Richard Linklater Fast Food Nation, una historia sobre distintas vidas que se desarrollan alrededor de la industria norteamericana de la carne. El tema y la coincidencia de la fecha, cien años después de la publicación en libro de La
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