Primero, se mete detrás de la tele, justo entre todos los cables, y me pone un poco nervioso porque vaya a electrocutarse, pero logro sacarlo de ahí. Después se mete debajo del sofá como si todo su cuerpo estuviera hecho de paté, así que lo aparto y se lanza entre mis piernas hacia la puerta del baño, donde se estrella contra la escobilla del retrete, y, mientras limpio eso, vuelve a salir disparado y se esconde debajo de la cama.