Si decidiéramos vivir en todo momento con esa voz, con esa voz en concreto, escucharla sólo a ella, tenerla siempre resonando en nuestros tímpanos, ¿lograríamos olvidar la ausencia real del cuerpo que la acompañaba? ¿Comenzaría la voz a vivir una vida propia? ¿O, cuando menos, cambiarían de naturaleza esa ausencia y esa presencia? A fuerza de escucharla, formaría parte de mi cuerpo, acabaría habitando este cuerpo que es mío.