Esos meses en la otra colonia, en casa de una tía, me contó que se puso a estudiar de verdad, y ahí andaba entre una cosa y la otra, hasta se puso a correr con su tío, se echaban sus cinco kilómetros diarios; vivía mitad en bajo perfil y la otra mitad con los oídos alerta en la colonia para saber si ya era buen momento para regresar.