El lector

Cuando nos abrimos,
tú a mí y yo a ti,

cuando nos sumergimos,
tú en mí y yo en ti,

cuando nos olvidamos,
tú en mí y yo en ti.

Sólo entonces yo soy yo

y tú eres tú.

En la noche siguiente me enamoré de ella.

A los quince años tuve hepatitis.

cuando nadie te entiende, tampoco te puede pedir cuentas nadie.

Pero el que huye no sólo se marcha de un lugar, sino que llega a otro.

Lo que cuenta no son las palabras, sino los hechos; así que, bien mirado, ¿para qué hablar?

Es todo un problema. Un problema filosófico. Pero la filosofía no se preocupa de los niños. Los ha dejado en manos de la pedagogía, lo cual es un error. La filosofía se ha olvidado de los niños –añadió con una sonrisa–, y no sólo de vez en cuando, como me pasaba a mí con vosotros, sino para siempre.

Lectura, ducha, amor y luego holgazanear un poco en la cama: ése era entonces el ritual de nuestros encuentros.

Al principio quería escribir nuestra historia para librarme de ella. Pero la memoria se negó a colaborar. Luego me di cuenta de que la historia se me escapaba, y quise recuperarla por medio de la escritura, pero eso tampoco hizo surgir los recuerdos

Supongo que esta versión es la verdadera, porque la he escrito mientras las otras se han quedado sin escribir. Esta versión pedía ser escrita; las otras no