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Edward Carey

Los secretos de Heap House

  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Todos los que estábamos allí sabíamos con certeza que nos casaríamos con los cúmulos una vez alcanzáramos la edad estipulada; allí no había forma de escapar de los cúmulos. Por la noche los oíamos revolverse, estremecerse y gimotear, y sabíamos que muy pronto tendríamos que salir afuera, a las mismísimas entrañas. Nos enfundaron unos trajes negros muy gastados y unas gorritas de cuero puntiagudas, el uniforme del orfanato.
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Al principio se manifestó en las cosas, en los objetos. Dejaron de ser como siempre habían sido. Lo que era sólido se volvía resbaladizo, lo que era brillante se volvía peludo. A veces mirábamos alrededor y los objetos no estaban donde los habíamos dejado. Al principio nos lo tomábamos un poco a risa, nadie terminaba de creérselo. Pero pronto escapó a nuestro control. No lográbamos que las cosas hicieran lo que queríamos, algo les ocurría, no hacían más que romperse
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Se dedicaban a recaudar, siempre lo habían hecho, y se decía que eran los beneficiarios de todas las deudas de Londres y que las reclamaban cuando les parecía oportuno. Eran muy ricos. Gente extraña, fría. Nunca te fíes de un Iremonger, eso es lo que siempre decíamos en Filching
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Mis amigos y yo siempre hablábamos de entrar en la Casa de Laurel, pero ninguno de nosotros lo había hecho. Nunca nos habíamos acercado ni a cien kilómetros de distancia, nos habrían echado de malas maneras si lo hubiéramos intentado. Solo la familia tenía permitid
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Sabía quiénes eran los Iremonger, obviamente, como todos; todos en Filching lo sabían y sospecho que lo mismo ocurría en el resto de los lugares más allá de Filching. Eran propietarios de casi todo. Eran los dueños del Gran C
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Era mi oportunidad para alejarme del trabajo en los cúmulos, para dejar atrás la gorrita de cuero, la única alternativa que tenía al alcance.
    —Me gustaría mucho —dije—. Se lo agradezco. Es una suerte. Y dígame: ¿no tendré que casarme? —pregunté.
    —No —repuso—, no con los cúmulos.
    —Trato hecho
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    La enfermedad se llevó a muchas personas. Y a otras no. Yo fui una de las afortunadas. Por decirlo de algún modo. Depende de por dónde se mire. No era la primera vez que ocurría algo así. La Fiebre de los Cúmulos, como la llamaban, iba y venía; pero aquel fue el primer brote desde mi nacimiento
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    e presentó como Cusper Iremonger.
    —¿Un Iremonger? —pregunté—. ¿Uno de verdad?
    —Sí —respondió—, uno de ellos.
    En el cuello lucía una hoja de laurel dorada. Ese es su símbolo (probablemente debería explicarlo), es el símbolo de los Iremonger, la hoja de laurel que los representa, porque entre otras cosas son unos poderosos recaudadores.* El tal Cusper dijo algo sobre la familia de mi madre, sobre cómo su familia estuvo emparentada con los Iremonger hacía mucho tiempo.
    —De acuerdo
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    En realidad todo empezó, todo este terrible asunto, el día en que desapareció el picaporte de mi Tía Rosamud. Era su picaporte particular, un picaporte de latón.
  • Dianela Villicaña Denaalıntı yaptı2 ay önce
    Aquellos colgajos de carne a ambos lados de mi cabeza no descansaban nunca. Esos dos agujeros por donde entraban los sonidos estaban saturados. Escuchaba cosas que no debía.
    Tardé un tiempo en comprender lo que escuchaba
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