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Kitaplar
Michelle Roche Rodríguez

Malasangre

  • Alejandra Arévaloalıntı yaptı3 yıl önce
    Pocos gestos fuera del coito tienen la carga sexual de una mordida.
  • Alejandra Arévaloalıntı yaptı3 yıl önce
    He allí el problema de los vínculos consanguíneos: no hay racionalidad en el cariño
  • Alejandra Arévaloalıntı yaptı3 yıl önce
    Mi madre, las monjas y las maestras que me criaron afirmaban que, como la heroína de Gustave Flaubert, la afición excesiva por los libros podía llevarme a la insatisfacción afectiva.
  • Laura Segoviaalıntı yaptı2 ay önce
    Una tarde, después de rezar el rosario, mi madre emergió de la penumbra gris de su cuarto enfundada en un vestido negro nuevo, como si fuéramos a recibir una visita. Era el momento de sentarnos en la ventana, me informó. La costumbre dictaba que, como a las muñecas en los comercios, a las mujeres en edad casadera las pusieran en exposición hasta que un hombre quisiera llevárselas o, según el eufemismo de la época, «pretenderlas». Hasta ese día yo nunca había «ventaneado», e ignoraba por qué alguien podría regocijarse de perder el tiempo en semejante ocupación –o, más bien, «desocupación»–. Una vez Sara me habló de eso como de un acontecimiento en la vida de una mujer, pero la práctica me parecía tan anticuada como ridícula. ¡Qué terrible sino el de las condenadas a mirar cómo pasa la vida de los demás, sentadas en actitud secundaria de humildes espectadoras!
  • Héctor Rojoalıntı yaptı2 yıl önce
    No me consideraba atractiva, pero algo brillante había dentro de mí. En ese momento fui consciente de la energía producida por el latido de mi corazón.
  • Daniela Trejo Pérezalıntı yaptı3 yıl önce
    Pocos gestos fuera del coito tienen la carga sexual de una mordida.
  • Alejandra Arévaloalıntı yaptı3 yıl önce
    Gustosa hubiera hecho un pacto con Satanás solo por no escuchar más nunca algún comentario sobre la nocividad de las lecturas en la mente de las mujeres.
  • Laura Segoviaalıntı yaptı2 ay önce
    . El claustro era el lugar donde las familias acomodadas iban a esconder sus malaventuras. Eran los cofres donde se encerraban las desgracias: las madres solteras, las doñas enloquecidas, las viudas lascivas, las doncellas turulatas. Era la habitación de cohortes de mujeres malas de fábrica.
  • Laura Segoviaalıntı yaptı2 ay önce
    ¡El ventaneo era un escándalo, por Dios! Era un insulto para las mujeres y una muestra de nuestro atraso social. El pensamiento modernizador de la época preconizaba que malgastar el tiempo era dilapidar el dinero, pero no aclaraba el límite del alcance de tal afirmación: se trataba del tiempo masculino. A las mujeres nos era exigido perder horas esperando por la mirada furtiva de uno de ellos para dar el gran paso fuera de la indeseable soltería. Así las relaciones de poder mantenían a las mujeres subordinadas a los hombres.
    ¿Qué diferencia tenía esto con la venta de mi sexo?, ¿no se trataba el ventaneo de «buscar» o «atraer» a los hombres? ¿Y la palabra «buscona» no es el eufemismo para prostituta?
  • Laura Segoviaalıntı yaptı2 ay önce
    El paquete envuelto en una tela brillante era para mí. Casi no podía disimular mi excitación cuando Teresa me lo entregó. Cuando lo desenvolví me encontré con que era un libro: una preciosa edición bilingüe de El paraíso perdido, del poeta inglés John Milton. Miré a papá sonriendo: hacía años que buscaba ese libro. Me alegré de que él hiciera caso omiso de las opiniones de mi madre contra Modesto; una persona que regala libros no puede ser nunca un inconveniente.
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