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Will Fowler

Gobernantes mexicanos, I: 1821–1910

  • Adal Cortezalıntı yaptı3 yıl önce
    Bulnes aseguraba que en una ocasión escuchó a Díaz hablar sobre las verdaderas motivaciones y características de sus compatriotas en 1884, antes de iniciar su segundo periodo presidencial:

    Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, asistir a su trabajo sin puntualidad, enfermarse con frecuencia y obtener licencias con goce de sueldo, no faltar a las corridas de toros, divertirse sin cesar, tener la decoración de las instituciones mejor que las instituciones sin decoración, casarse muy jóvenes y tener hijos a pasto, gastar más de lo que ganan y endrogarse con los usureros para hacer posadas y fiestas onomásticas. Los padres de familia que tienen muchos hijos son los más fieles servidores del gobierno, por miedo a su miseria; a eso es a lo que tienen miedo los mexicanos de las clases directivas, a la miseria, no a la opresión, no al servilismo, no a la tiranía; a la falta de pan, de casa y de vestido, y a la dura necesidad de no comer o sacrificar su pereza.
  • Adal Cortezalıntı yaptı3 yıl önce
    Como partidario del pragmatismo, Díaz admitió abiertamente su escepticismo ante la constitucionalidad o la pureza ideológica. Cuenta la anécdota que un periodista le preguntó a Díaz qué podía responder a los ataques de la oposición que lo acusaba de haber traicionado los principios de la Constitución de 1857, y él dibujó una analogía entre la práctica política y la religiosa:

    Muy sencillo […] que también los católicos violan todos los días los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia, ya que es imposible cumplir rigurosamente con cada uno de ellos, y la misma imposibilidad existe para el gobierno de cumplir siempre y al pie de la letra lo mandado por nuestra Constitución.3
  • Alma Guadalupe Marín Magañaalıntı yaptı3 yıl önce
    Dicho de otra manera, pareciera que los mexicanos quieren evitar el arribo al poder de líderes prepotentes, pero se rebelan contra los que, por acatar las órdenes del Congreso, son tildados de débiles. No queremos un tirano, pero sí queremos un presidente fuerte.
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