El ministerio de la felicidad suprema

Era un archivo de reliquias, no de la riada, sino de otra clase de desastre. Instintivamente lo había mantenido oculto de Naga y lo había ordenado siguiendo su propia lógica, intuitiva y enrevesada, que apenas ella misma comprendía. Nada de aquello tenía sentido ni servía para algo en el mundo real. Pero eso daba igual

En esos días sentía que su cerebro también era una «reliquia» recubierta de lodo seco. No era solo su cerebro, toda ella se sentía como un objeto recuperado o más bien como un cúmulo dispar de reliquias recuperadas del lodo

Musa le dijo a Tilo que en la batalla los enemigos no pueden quebrantar tu espíritu, eso solo pueden hacerlo tus amigos

–¿Cómo van a matarme otra vez? –decía cuando veía a Tilo preocupada–. Ya has ido a mi entierro. Ya pusiste flores sobre mi tumba. ¿Qué más pueden hacerme? Soy una sombra al mediodía. No existo

No sé dónde parar ni cómo continuar. Me detengo cuando no debo. Sigo adelante cuando debería detenerme. Hay cansancio. Pero también desafío. Ambos me definen estos días. Juntos me roban el sueño y juntos restauran mi alma. Hay multitud de problemas sin solución a la vista. Los amigos se convierten en enemigos. Si no lo son abiertamente, lo ocultan en la reticencia y el silencio. Pero todavía me queda por ver que un enemigo se convierta en amigo. No parece que haya esperanzas. Pero fingir que aún las hay es lo único que nos queda..

lo que nos une nos separa
nuestro hermano ha partido, nuestro corazón se ha partido.
¿Por quién estaba de duelo? Tilo no lo sabía. Quizá por toda una generación

Estoy cansado de reuniones mundanas, oh Señor.
¿Qué placer encuentro en ellas si la luz de mi corazón se ha apagado?
Huyo del clamor de las masas, mi espíritu busca

esa clase de silencio que dejaría muda al habla misma

Tilo se preguntó cómo des-conocer ciertas cosas, ciertas cosas concretas que conocía pero no quería conocer

Quién sabe cuánta separación nos queda por delante al pronunciar la palabra adiós