Melancolía y suicidios literarios

Morir voluntariamente supone que hemos reconocido, aunque sea instintivamente, el carácter ridículo de esta costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.

“Yo no veo el suicidio como una vergüenza, sino como un atributo de la persona. Es una idea que todos hemos pensado en algún momento de la vida, y creo que es obligación de todo joven poner en duda su propia existencia”».

«Desde nuestro primer encuentro, sé que su equilibrio es frágil. Me había dicho que, pocas semanas antes de conocerme, había decidido suicidarse a sus veinticinco años, y que ya tenía todo preparado para realizar su proyecto».

aso: «Nunca le falta a nadie una buena razón para matarse»,

Epicteto animaba a la gente a tener en mente siempre dos palabras: anechou y apechou («resiste» y «abstente»), para tener un mayor autocontrol

l movimiento cínico en la Antigüedad y su legado, de R. Bracht Branham y M.-O. Goulet-Cazé:

quitará la vida al considerar que el sabio debe morir cuando la senilidad le aparte del autodominio11.

más vale no ser que ser infeliz», como dijo Leopardi en el Zibaldone.

Habiendo comprendido la estupidez de la broma que se les ha hecho y habiendo comprendido que es mejor estar muerto que vivo, y que lo mejor de todo es no existir, actúan de acuerdo con ello y terminan prontamente esta estúpida broma, puesto que hay medios para hacerlo: una cuerda en torno al cuello, agua, un cuchillo para clavárselo en el corazón».

Es confesar que la vida nos supera o que no la entendemos