Oso

Sentía dolor, pero era un dolor dulce y agradable que no pertenecía al sufrimiento mental, sino a la tierra. Olía el musgo y las limpias flores del Norte.

Recordó la culpabilidad y el sueño en el que su madre le hacía escribir cartas de disculpa a los indios por haberse liado con un oso, y recordó la zarpa que había curado esa culpabilidad. Se sentía fuerte y pura

Tendría fiebre y vomitaría un montón,
la cuidarían y le dirían que siempre era una extremista en todo

Me ha desgarrado, pensó. ¿No es eso lo que querías, decadente putilla de ciudad?

Había en ella algo agresivo que siempre hacía que se excediese

Había en ella algo agresivo que siempre hacía que se excediese.

Leyó las instrucciones dos veces y suspiró, aliviada. Cualquier cosa que hiciese sería relevante. Ahora tenía licencia para existir

La seguridad en su propia perfección nunca se quebró. Jamás cedió ante circunstancias ni hechos. Fue una suerte que Brummell nunca se casara, pensó: la domesticidad le habría parecido sórdida

le preguntó si sabía la diferencia entre un islote y una isla. Tenía que haber un árbol para que fuese una isla. Eso era importante en el norte.

Si muy de vez en cuando alzaba la vista del pasado y miraba el presente, este se esfumaba ante sus ojos, tan inaprensible como un espejismo.