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Leigh Bardugo

El rey marcado

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  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    Si Ravka no lograba mantener sus fronteras, su nación pasaría a ser poco más que un campo de batalla entre dos potencias, y Nikolai le había prometido la paz a su pueblo, la oportunidad de reconstruirse.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    —Llegas tarde —dijo Zoya.

    —Soy el rey —replicó Nikolai—. Por tanto, eres tú la que llega pronto.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    Allí, en la cima de aquella montaña, Nina estaba rodeada de tumbas.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    sitio como esposas o madres? Ravka tenía muchos problemas, pero al menos allí Nina había tenido la posibilidad de entrenarse como soldado, la libertad de convertirse en quien estaba destinada a ser.

    «¿La libertad de luchar y morir junto a los hombres?»

    «Sí, Matthias. Libertad.»
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    Los lobos que pasan desapercibidos son los que devoran más ovejas.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    La ansiedad ininterrumpida le va genial al cutis.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    —La gente podría olvidar lo apuesto que soy.

    —Lo dudo mucho. Tu cara sale en las monedas.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    todavía tenía las manos surcadas por aquellas tenues líneas negras; las marcas no habían desaparecido desde el final de la guerra civil, hacía tres años. El rey solía llevar guantes para ocultarlas, y a Zoya eso le parecía un error. Las cicatrices eran un recordatorio de la tortura que había sufrido a manos del Oscuro… y del precio que habían pagado tanto él como el país.
  • Alison Reynosoalıntı yaptı5 ay önce
    Y Dima supo entonces que, a pesar de que notaba claramente el frío tacto de la plata en su mano, aquello tenía que ser un sueño, porque el cochero no le dijo al monstruo «¡Arriba, bestia!» ni «¡Ya no volverás a atormentar a estas gentes!», como habría dicho un héroe de cuento.

    En vez de eso, a Dima le pareció que el cochero, oculto bajo las sombras de los pinos mecidos por el viento, decía:

    —Cuidado con la cabeza, Majestad.
  • Denis Fdzalıntı yaptıgeçen yıl
    —Muchas mujeres toleran las espinas con tal de disfrutar de las flores. Pero las que poseemos poder nos adornamos con flores para ocultar la agudeza de nuestras espinas.

    «Sé dulce. Sé gentil. Sonríe cuando estés sufriendo.» Zoya había ignorado esas lecciones, a menudo en detrimento suyo. Ella era solo espinas.
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