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Carlos Contreras,Marina Zuloaga

Historia mínima de Perú

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La historia peruana ha sido divida en tres grandes periodos, a saber: el prehispánico, desde la llegada de los primeros seres humanos hasta la caída del imperio inca, en 1532; el colonial o periodo español, entre 1532 y 1821, y el periodo republicano o independiente, entre 1821 y el momento actual. Esta propuesta asumió como eje clasificatorio la organización política imperante. Tuvimos así, al inicio, señoríos indígenas que, en vísperas de la irrupción europea, habían cobrado una forma política imperial; un gobierno centralizado y sometido a las directrices de un centro monárquico alejado, después, y, por último, un gobierno de tipo electivo, formalmente independiente aunque constreñido por las relaciones comerciales y políticas con otros países y organizaciones del mundo. En este libro sobre la historia de Perú se mantiene básicamente esta división, en parte por razones prácticas (es la forma como se periodiza también la historia de otros países del mundo y es a la que los lectores están habituados), y en parte, también, porque creemos que ella acierta en asumir que la organización política de una nación tiene una fuerza determinante para la formación de los otros aspectos del desenvolvimiento de una sociedad.
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Orijinal yayın
2019
Yayınlanma yılı
2019
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Alıntılar

  • ALEJANDRA GARCIA CARMONAalıntı yaptı4 yıl önce
    Estos asentamientos urbanos cumplirían el papel de capitales de las nuevas demarcaciones administrativas, pero solían construirse además otras en cada una de las divisiones provinciales. Así ocurrió en la provincia de Huaylas, donde hubo, al menos, dos centros o cabeceras provinciales situadas en las dos mitades de la provincia inca. Unas y otras solían incluir un templo solar —que representaba la nueva religión estatal—, con un acllahuasi o “casa de la escogidas”, jóvenes vírgenes encargadas del culto solar, almacenes estatales (colcas) circulares o rectangulares —en donde se almacenaba maíz, papas, quinua y charqui para su posterior suministro—, y edificios con muros de piedra o adobes para desempeñar funciones específicas. Algunos de ellos, como las colcas, eran custodiados por el ejército y se hallaban bajo la administración de especialistas quipucamayos. Este aprovisionamiento permitía el ordenado flujo de bienes y hombres a través de la red de caminos y ciudades por todo el territorio del imperio.

    Los centros provinciales dependían administrativamente del principal centro inca de cada región del imperio. El centro más perfecto de todos fue la capital del Chinchaysuyo: Huánuco Pampa, un “otro Cuzco” que administraba alrededor de 300 000 tributarios. Otros centros incaicos de la misma jerarquía fueron Quito, Tumipampa, Hatunqolla, Charcas e Incahuasi.

    Dentro de la ciudad Huánuco-Pampa la plaza central con su pirámide o ushnu al centro era usada para resolver rivalidades étnicas y políticas, así como para representar ritualmente los vínculos del imperio con la provincia. En la ciudad vivían de manera permanente sólo los administradores incas, algunos mitimaes, probablemente algunos funcionarios y ciertos miembros de las élites locales y los especialistas del culto solar, entre ellos las acllas que tejían y preparaban alimentos y bebidas
  • ALEJANDRA GARCIA CARMONAalıntı yaptı4 yıl önce
    n cada provincia inca se construyó un centro o capital provincial, con propósitos de control económico, político, militar y judicial que sustituía, o a veces se superponía, a las cabeceras principales de las entidades políticas preincas que las integraban. Por ejemplo, la capital provincial inca denominada Cajamarca, desplazó a la vieja capital Cuzmango, del reino que llevaba el mismo nombre. Las autoridades regionales y locales podían seguir residiendo, como de hecho ocurría a menudo, en la antigua capital, pero era en la nueva donde se realizaban las principales celebraciones y rituales políticos de la provincia.
  • ALEJANDRA GARCIA CARMONAalıntı yaptı4 yıl önce
    regionales y locales, o el matrimonio del Inca con las hermanas o hijas de éstos. Las mujeres se convirtieron en elementos clave en el afianzamiento de las relaciones de los incas con los líderes de los territorios conquistados.

    Dentro de esta organización el único gobernante impuesto desde el Cuzco era el Tocroyrico (en quechua, el que todo lo ve), encargado del manejo de los asuntos censales, del tributo, la organización de la mano de obra y de velar por los derechos concernientes al estado inca (administración de las tierras estatales, supervisión de los colonos estatales, organización y mantenimiento de las obras públicas y administración de justicia). Santillán lo describe como el señor principal de todos los curacas.

    La simetría y el equilibrio entre las partes hanan y hurin de las provincias incas se logró, desde luego, a costa de reacomodos y ajustes de los grupos políticos locales. Es el caso de la provincia de Yauyos, integrada por el reino de los yauyos (que constituyó la mitad hanan) y los reinos menores de Huarochirí, Chaclla y Mamaq (que formaron la mitad hurin), y de la provincia de Huaylas, que básicamente se estructuró sobre la base de tres reinos preexistentes: Recuay, Huaraz y Huaylas. En otros casos la división no fue en dos mitades sino en tres partes, como en el caso de los guayacundos.

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