Día de muertos

Desde entonces me he dedicado sólo a retratar velorios, preferentemente de niños, y más aún de aquellos que han muerto por no haber tenido un nacimiento deseado.

Puede ser que esté o que no esté. Su cuerpo no la contiene entera

i no vas a respetar tu vida, al menos respetas la de nuestros muertos.

Cuando cruzó el umbral del camposanto con movimientos muy rígidos adivinó, en la mirada temerosa del vigilante, que ella también se había convertido en una aparición.

Nomás a mí me dueles… Juntos para siempre… No me dejes, Gabriel… Las frases de amor eterno pronunciadas antes con firmeza le resonaban ahora en el cerebro semejantes a una sentencia

con el aguacero es difícil no pensar que nos disolveremos en la lluvia como calaveras de azúcar…

un año entero esperando esta noche: el banquete preparado con devoción, el vino que alivia la ansiedad del olvido, la fiesta capaz de devolvernos la alegría aunque sea nomás por unas cuantas horas…

como escribió Jorge Cuesta, si las tradiciones se preservan es que han dejado de serlo

Aunque no nos demos cuenta, todos los mexicanos tenemos un humor necrófilo por dentro: si no poseemos una relación privilegiada con la muerte —seguimos muriendo como todos—, al menos nos mostramos permanentemente dispuestos a burlarnos de ella y, de paso, de nosotros mismos

el mexicano busca colocarse en una posición de igualdad ante una fuerza que lo rebasa: con ello no disminuye el poder del adversario —la muerte, por desgracia, nunca pierde— pero, a diferencia de lo que sucede con otras civilizaciones, al menos disfruta un poco más de la breve experiencia de la vida.