—En algún momento se te cruzaron los cables. Tu cerebro decidió que no merecías el tiempo y el esfuerzo de la gente, y que, si pedías algo, no solo te iban a decir que no, sino que te iban a abandonar. —Lo dice con naturalidad, como si fuera Arquímedes de Siracusa ante la acrópolis, repitiendo por décima vez sus descubrimientos sobre la flotabilidad—. El amor no funciona así, Elsie. Pero no te preocupes por ahora. Ya te lo iré mostrando.