La resquebrajadura

El enorme volumen de objetos del deseo que hoy nos atormentan es un espejismo y, como tal, existe y hay que cuidarse de él. La expectativa de que se cumpla el deseo es sumamente desgastante. Las personas deseamos, y carecemos, desde el principio de los tiempos

Toda esta desmesura viene acompañada de una nueva neurosis: queremos estar cada vez más informados y queremos pantallas con mucha más definición; no importa que ni una cosa ni la otra nos haga falta: nos sentimos muy cómodos en esa irrealidad.

el siglo XXI los perdedores corren la misma suerte que las miserias: abundan, pero nadie se quiere enterar de su existencia. Basta una vuelta por la Red para darnos cuenta de que lo único que interesa es la gente exitosa y las historias de éxito; no importa que el éxito sea efímero, inventado o ridículo.

No puede verse la maravilla desde la desesperación permanente, se pasa de largo frente a ella, se le deja atrás para que otro, con menos prisa, la encuentre.

Es curioso que en el siglo XXI sí creemos, y así nos va, que la salud, la riqueza y la reputación dependen de nosotros. No solo es curioso, también explica muchas ansiedades.

«El ser humano no es ni bueno ni malo, es complejo y versátil». Es varias cosas al mismo tiempo: unitas multiplex, unidad/multiplicidad. «El Homo sapiens (razonable, sabio) también es Homo demens (loco, delirante)».

El místico salvaje de este siglo no lo tiene fácil; nunca el cazador del momento presente, en toda la historia de nuestra especie, ha tenido tantas distracciones.

Cultivar el silencio es un acto de disidencia, como nos enseña el quietismo que practicaban los místicos españoles alrededor del siglo XVI.

Si fuera médico, decía, «remediaría los males del mundo creando el silencio para el hombre»

Hoy producimos más ruido porque cada vez tenemos más miedo