En cambio, por la presencia de la cerámica en capas menos profundas distinguen otros estadios de desarrollo cultural: los de la vida sedentaria. Lo anterior se debe a que la alfarería es un excelente índice del sedentarismo, ya que los nómadas —aun los vecinos de pueblos ceramistas— prescinden de artefactos que, para su forma de existencia, resultan muy voluminosos, pesados y frágiles. Otra es la situación de los pueblos que no tienen que desplazarse periódicamente: las vasijas de barro cocido ofrecen más ventajas que los recipientes de cestería, de madera o de piedra. La invención de la cerámica significó un enorme avance tecnológico, ya que permite formas especializadas, retiene muy bien los líquidos, soporta altas temperaturas y resiste los ataques de los depredadores y los microorganismos.
La aparición de la cerámica está vinculada al nacimiento de Mesoamérica. De acuerdo con los fechamientos radiocarbónicos, las cerámicas más antiguas, procedentes de Puerto Marqués, Guerrero, de Tehuacán, Puebla, y de Tlapacoya, Estado de México, datan de 2400-2300 aC. Son cerámicas aún burdas, de superficie áspera debido a las arenas gruesas que se mezclaron a la arcilla para hacerla más modelable. Sin embargo, no debe equipararse el inicio del Preclásico a la aparición de la cerámica. Hay que aclarar que lo que define el principio del Preclásico y, en consecuencia, el de Mesoamérica, es el surgimiento de nuevas formas de organización social. La cerámica es sólo uno de los rasgos más evidentes para los arqueólogos.
Los años 2500 aC y 200 dC son los límites temporales de este primer periodo mesoamericano. El fenómeno más notable del Preclásico es la generalización del sedentarismo agrícola.