–sólo la poesía, o acaso un pájaro,
pueden salvar el resplandor
marchito de esta tarde–.
Aprendo a ser en él
y su silencio
y sólo admiro lo que es en su verdad
sencillo y transitorio.
Pero mis ojos no se colman.
Sólo deseo ya
que las palabras,
extrañas golondrinas invernales
lleven su bendición
de aullido blanco
a todos los seres que yo amo.