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Charles Stanley

Quando o Inimigo Ataca

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  • Alejandro F. Alvarezalıntı yaptı5 yıl önce
    Usted está en una batalla espiritual. No importa que usted no quiera estar en una batalla espiritual, usted lo está de todos modos. La batalla es entre el bien y el mal y usted es el premio. Dios quiere tener una relación con usted, bendecirlo y vivir con usted para siempre. Satanás quiere impedir que usted reciba todo lo que Dios quiere para usted. Satanás es el enemigo de todas las personas, ya sea que sigan a Jesús o no. ¡Él es su enemigo!
  • vuhafafalıntı yaptı5 yıl önce
    e bíblico de uno de los arcángeles de Dios que se rebeló contra Dios y fue echado
  • Moises Espinozaalıntı yaptı6 yıl önce
    1

    EL ROSTRO DEL MAL

    Todavía recuerdo vívidamente cómo me sentí aquel 7 de diciembre de 1941. Tenía nueve años en aquel entonces cuando escuché, un trágico domingo por la tarde, que los japoneses habían atacado sorpresivamente al puerto de Pearl Harbor. Vi como nuestra pequeña ciudad, Danville, Virginia, comenzaba a enfrentar las posibilidades de una guerra. Un enemigo inesperado había atacado, y nuestras vidas nunca más iban a ser como antes.

    De la misma manera, nadie hubiera predicho los ataques terroristas a nuestra nación el 11 de septiembre, 2001. Cuando esos aviones chocaron contra el World Trade Center y el Pentágono, nuestra sociedad de paso apurado se detuvo repentinamente. Había ocurrido lo impensable. Los Estados Unidos habían sido atacados por un enemigo que nos odia por quienes somos y lo que creemos.

    A través de nuestras vidas enfrentamos muchas clases diferentes de enemigos. Algunos son motivados por razones personales. Tal vez usted no le gusta a una persona por un número de razones; tal vez esa persona esté celosa de su éxito o tal vez quiera tomar de usted algo que quiere para sí misma. Tal vez alguien lo odie tanto que quiera dañarlo de manera muy seria o aun matarlo.

    Cuando usted conoce a su enemigo, y está preparado para el ataque, es posible obtener la victoria. Pero yo he encontrado que los enemigos más grandes son desconocidos e inesperados. Por ejemplo, un amigo de confianza que se vuelve en contra suya cuando ve la posibilidad de ganancias personales. Un compañero de trabajo que dice chismes y trama ardides contra usted con la esperanza de obtener un ascenso. O un ladrón que se esconde en la noche esperando robarle. Las motivaciones que todos estos enemigos tienen en común se encuentran en la raíz del mal.

    El mal es algo que sabemos que existe, pero no es un tema del que queramos hablar o que queramos confrontar. El mal tiene un rostro. Es peligroso... oscuro... siniestro... mortal. ¿Sabe usted cuál es la fuente por excelencia del mal? ¿Está consciente de la forma en que opera el mal? Si usted no sabe cómo opera, entonces, ¿cómo puede protegerse a sí mismo y proteger a sus seres amados en forma adecuada cuando ataca de golpe?

    SEPARANDO EL BIEN Y EL MAL

    Todos sabemos que el bien y el mal existen en el mundo. Desde muy pequeños se nos enseña que algunas cosas son malas, y que otras son buenas. Desde niños se nos enseña que debemos desarrollar la habilidad de distinguir entre el bien y el mal. A medida que crecemos, se nos advierte que estemos atentos a las circunstancias que nos rodean para así poder evitar el mal y escoger asociarnos con lo que es bueno.

    Pero cuando yo les pregunto a las personas si les resulta difícil discernir el bien del mal, a menudo me responden: «Sí, me resulta difícil. Hay muchas áreas “grises” en el mundo hoy».

    La mayor parte de la gente parece estar de acuerdo acerca de ciertos tipos de mal. Es malo que un padre abandone a su hijo o que lo abuse física, sexual o emocionalmente. Es malo que los portabombas suicidas hagan volar a personas inocentes. Es malo que una persona mate a otra a sangre fría, o que torture a otra persona.

    Hay muchas cosas que inmediata y universalmente se categorizan como malas, por ejemplo, demostrar prejuicio racial, odiar a ciegas a una persona, malversar o manejar mal los fondos de una corporación, copiar en un examen, mentir, no ayudar a un necesitado cuando usted tiene los medios para hacerlo, robar, cometer adulterio, enojarse ciegamente con otros conductores en la carretera, participar en un tiroteo al azar desde un automóvil, secuestrar, violar, beber en exceso, usar drogas ilegales, y llevar a cabo otros muchos comportamientos malos, y permanecer apegado a actitudes de pensar mal.

    Podemos ver ciertas situaciones y reconocer un aspecto del mal grabadas en ellas; por ejemplo, una enfermedad debilitante y dolorosa, sufrimientos de toda clase, el hambre en el mundo, la extrema pobreza, la persecución intensa de gente buena, o la profunda agonía por la pérdida de un hijo. Tal vez no podamos identificar con precisión la naturaleza exacta o la causa del mal, pero sentimos que la situación mala tiene un elemento tenebroso en ella. Reconocemos que las cosas no son como deberían ser en un mundo perfecto.

    Somos muy rápidos para decir que todas estas acciones, actitudes y condiciones están marcadas indeleblemente por el mal. Pero a continuación viene la pregunta difícil: «¿Es la persona que ha cometido un hecho malvado o que tiene una actitud equivocada, malvada?»

    «Bien,» dice la gente mientras da marcha atrás hacia la justificación, «probablemente el individuo sea bueno en lo profundo de su ser. Él no quiso hacer lo que hizo; es un producto de la forma en que lo criaron, de su cultura o de su religión fanática. Se cegó en forma temporal por la codicia o la lujuria. No sabía lo que estaba haciendo; sufría de locura momentánea».

    Algunas veces sacamos esta conclusión: «Las personas son buenas, pero su comportamiento es malo». Tal vez hasta digamos: «Amamos al pecador y tenemos esperanzas de que cambie, pero el pecado es malo».

    Todo eso puede ser cierto, pero, ¿qué hace usted cuando el pecado lo ataca a usted?

    ¿Qué dice y en qué forma responde cuando usted es víctima de maltrato de parte de su cónyuge, el objeto de las acciones terroristas, o la persona que ha sido malherida por un conductor ebrio?

    ¿Qué hace usted cuando su ser querido es tomado prisionero, su hijo es abusado por un adulto que usted y su hijo le tenían confianza, o cuando llega a su hogar para encontrar que le han robado, o recibe el diagnóstico de una enfermedad terminal?

    ¿Cómo discierne entre el bien y el mal cuando usted es la víctima de un ataque maligno?

    ¿Qué hace usted cuando reconoce que no siempre actúa de una forma positiva, piadosa o sabia hacia otras personas? ¿Qué sucede cuando el espejo de la realidad desnuda se le coloca delante de su rostro y usted se ve forzado a admitir: «Yo soy la persona que está causando dolor; yo soy el que está reaccionando con una mala intención o una mala actitud»?

    ¿Cómo trata con los asuntos del bien y del mal cuando usted los ve en el trabajo o en la guerra o dentro de usted mismo?

    Reconocer el mal, enfrentar el mal, buscar el bien y evitar el mal, reconocer el mal dentro de nosotros mismos y cambiarlo a bien; todos estos asuntos se encuentran en la médula de nuestra existencia humana. Si realmente pudiéramos ser objetivos en cuanto a nuestras vidas, probablemente encontraríamos que pasamos la mayor parte del día tratando de hacer las cosas que catalogamos de buenas y correctas, y evitando situaciones, relaciones, encuentros y circunstancias que catalogamos de malas o incorrectas.

    Algunas veces fracasamos en ambas, no hacemos lo que sabemos que es bueno y hacemos lo que sabemos que es malo.

    ¿Cómo mantenemos el equilibrio? ¿Cómo podemos perseguir el bien eficazmente y apartarnos del mal? ¿Qué hacemos cuando de pronto parece que somos víctimas del mal?

    Esas preguntas son el corazón de este libro.

    Las respuestas se encuentran arraigadas en la Palabra de Dios.

    La Biblia enseña con toda claridad dos cosas en cuanto al mal:

    1. Usted tiene un enemigo poderoso y ese enemigo tiene un nombre. Por años la gente ha hablado de Dios en términos generales. Han llamado a Dios: el Poder Superior, la Fuerza, o el Hombre que se encuentra arriba. La verdad es que el bien tiene un nombre, y su nombre es Dios.

    El mal también tiene un nombre. Su nombre es Satanás o el diablo. El diablo es un ser espiritual que es la personificación suprema del mal. Lucifer es el nombre bíblico de uno de los arcángeles de Dios que se rebeló contra Dios y fue echado fuera a la tierra donde funciona como Satanás o el diablo. (En este libro, usaremos los términos Satanás o el diablo en forma intercambiable.) Él busca gobernar desde el ámbito de lo no visto; la dimensión espiritual.

    Satanás puede usar lo que dice su suegra o un compañero de trabajo para venir contra usted. Puede usar terroristas, criminales y otra gente para causar daño o poner miedo en su corazón. Sin embargo, la persona que lo abusa verbalmente, el ladrón que le roba, el crítico que habla mal de usted, el rival que socava o bloquea sus buenos esfuerzos, o el asaltante que le pega no es su enemigo real. El enemigo real es el diablo que impulsó a la persona a hablar mal de usted, a robarle, a hacer lo posible para destruirlo o herirlo físicamente.

    Detrás de cada persona malvada o de cada acto malvado ronda el verdadero enemigo de su vida. Él existe en el mundo espiritual y es despiadado en proseguir los planes que tiene en contra suya. Él es cien por ciento malvado y tiene un plan para destruir su vida.

    Satanás es su enemigo.

    2. Usted está en una batalla espiritual. No importa que usted no quiera estar en una batalla espiritual, usted lo está de todos modos. La batalla es entre el bien y el mal y usted es el premio. Dios quiere tener una relación con usted, bendecirlo y vivir con usted para siempre. Satanás quiere impedir que usted reciba todo lo que Dios quiere para usted. Satanás es el enemigo de todas las personas, ya sea que sigan a Jesús o no. ¡Él es su enemigo!

    Usted es un blanco importante para el diablo. Él va a hacer todo lo que pueda para alejarlo de la verdad que Jesús es su Salvador y que por medio de Él usted puede recibir perdón y el don de la vida eterna. Satanás va a tratar de engañarlo de cualquier forma que pueda para mantenerlo alejado de Dios. El blanco de Satanás es su espíritu eterno.

    «Yo soy creyente», tal vez diga usted. «Yo ya le pertenezco a Dios. El diablo no puede tener mi espíritu».

    Si usted ha hecho un compromiso con Jesús como su Salvador y Señor, entonces está totalmente en lo correcto al decir que su espíritu ya le pertenece a Dios y que el diablo no puede reclamar el derecho en cuanto a su destino eterno. Sin embargo, las fuerzas satánicas le pueden hacer otras cosas a usted.

    Satanás puede intentar hacerlo caer en ataduras tan profundas que usted va a perder el gozo de vivir. Algunos tal vez llamen a estas ataduras opresión, depresión o adicción. Si el diablo lo puede llevar a una atadura, usted no tendrá paz, no tendrá fervor para vivir y tal vez ni siquiera la voluntad para seguir viviendo. Usted va a luchar continuamente con deseos que no son satisfechos, impulsos que no son logrados, sueños que no son alcanzados y un destino frustrado o insatisfecho. El diablo hará lo más que pueda para destruir completamente todo lo que es esencial para una vida abundante.

    El diablo puede y va a trabajar contra usted para impedirle que tenga un testimonio positivo de Jesucristo en el mundo. Él hará todo lo posible para robarle los recursos que de otra forma usted usaría para extender el evangelio, tratará de destruir su reputación para que cualquier cosa que usted diga acerca del Señor caiga bajo sospecha y procurará matar sus valiosas relaciones con otras personas para que usted se sienta desmoralizado y no crea que puede ejercer influencia a favor de Cristo en otra persona.

    Así que, ¿cómo debemos lidiar con el diablo? ¿Cómo podemos combatir a nuestro verdadero enemigo y resistir sus ataques espirituales?

    La primera regla de toda batalla es esta: conozca a su enemigo. Si usted no conoce a su enemigo, ¿cómo puede pelear contra él? ¿Cómo puede estar de pie y victorioso contra un enemigo que no puede identificar o que no ha identificado?

    Sí, debemos conocer la naturaleza de nuestro enemigo. Debemos entender quién es y cómo trabaja.
  • Panchito Lectoralıntı yaptıgeçen yıl
    La persona que está extraviada o seducida por una tentación sigue las pasiones y los deseos de su propio yo en lugar de la voluntad y los mandatos de Dios.
  • Panchito Lectoralıntı yaptı2 yıl önce
    El conocimiento de saber cómo es estar ebrio o endrogado es un conocimiento vacío e inútil. ¡Es mucho mejor para usted no saberlo!
  • Panchito Lectoralıntı yaptı2 yıl önce
    El diablo envía pensamientos e impulsos que se registran como «quiero», «necesito» y «debo tener».
  • Panchito Lectoralıntı yaptı2 yıl önce
    Abrigar un pensamiento y actuar sobre un pensamiento puede ser pecaminoso. Los pensamientos nos vienen y es lo que hacemos con esos pensamientos lo que importa.
  • Panchito Lectoralıntı yaptı2 yıl önce
    con quien tener compañerismo y con quien no asociarse. Pídale que le muestre quién lo ama de verdad y quién solo está tratando de usarlo para sus propios propósitos.
  • Panchito Lectoralıntı yaptı2 yıl önce
    Cuando se trata de cosas que se sienten bien en nuestro mundo; la verdad es que la mayor parte de las cosas que el diablo nos presenta como tentaciones se sienten bien, por lo menos por unos pocos segundos o minutos.
  • Panchito Lectoralıntı yaptı2 yıl önce
    No hay nada tan importante como vivir de una manera que le agrade a Dios y que enfatice en nosotros y en nuestros hijos los principios y los mandamientos de la Palabra de Dios. Cualquier cosa que sea contraria a la Palabra de Dios va a contaminar nuestras mentes de alguna forma y causar que nos confundamos acerca de lo que es en realidad bueno o malo, o aceptable o inaceptable ante los ojos de Dios.
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