Una lectora nada común

Un libro indirecto. Creo que fue E. M. Forster el que dijo: «Di la verdad, pero dila sesgada. El éxito reside en el rodeo.» ¿O fue Emily Dickinson? –preguntó al auditorio

Me he sentido a veces como una vela aromática, enviada para perfumar a un régimen, un desodorante gubernamental

Pero, como digo, mi propósito no es primordialmente literario: análisis y reflexión. Están esos diez primeros ministros. –Esbozó una alegre sonrisa–. Hay mucho que reflexionar ahí. He visto a este país ir a la guerra más veces de las que quiero recordar. Eso también merece reflexión

Además los libros, como sin duda sabe, no suelen inducir a la acción. Los libros, por lo general, sólo nos confirman lo que, quizá involuntariamente, ya hemos decidido hacer. Leemos un libro para que nos confirme nuestras convicciones. Un libro, por así decirlo, cierra el libro

Como algunos quizá sepan, en los últimos años me he convertido en una voraz lectora. Los libros han enriquecido mi vida de una forma que nunca habría esperado. Pero los libros no lo son todo y creo que es hora de pasar de lectora a escritora, o al menos de intentarlo

A los ochenta las cosas no suceden, se repiten.

Supongo que una de las pocas cosas que podemos decir es que hemos llegado a una edad en la que podemos morirnos sin que nadie se sorprenda

Me pregunto –dijo ella, dirigiéndose a su otro vecino– si como profesor de escritura creativa admitiría que leer ablanda, mientras que escribir hace lo contrario. Para escribir hay que ser duro, ¿no cree

Descubrió, sin embargo, que cuando había escrito algo, aunque sólo fuese una anotación en su libreta, estaba tan feliz como lo era antaño leyendo. Y otra vez cayó en la cuenta de que no quería ser una simple lectora. Un lector era casi lo mismo que un espectador, mientras que cuando escribía, actuaba, y actuar era su deber

Si le hubieran preguntado si la lectura había enriquecido su vida habría contestado que sí, sin duda alguna, aunque habría añadido con la misma certeza que al mismo tiempo la había vaciado de toda finalidad. En otra época era una mujer resuelta y segura de sí misma, que sabía cuál era su deber y tenía intención de cumplirlo todo el tiempo que pudiera. Ahora muchísimas veces estaba dubitativa. Leer no era actuar, eso era lo malo. Y a pesar de su edad era una mujer activa.
Volvió a encender la luz, tomó su libreta y escribió: «No pones la vida en los libros. La encuentras en ellos