Training camp. El libro de Cash

Devon se dio cuenta con una mirada de reojo de que a A-Wall le caían las lágrimas por las mejillas, pero asumió estoicamente su posición mientras otros trepaban por encima de ellos.

Desgasta a los defensores.

Le estaba preguntando al chico del espejo si iba a ser fuerte.

Devon agradeció tener que ponerse a correr. No era una carrera propiamente dicha; dieron cinco vueltas rápidas y luego Reggie se dispuso a lanzar su primer intento real de tiro libre.

Como su campo de visión era tan limitado, se apoyaba en sus compañeros para avisar de cortes y rotaciones, y para que le dejaran saber dónde se efectuaban los lanzamientos.

El castillo había desaparecido.

Devon dio un salto y se volvió hacia la pared norte, donde Rolabi Wizenard contemplaba los banderines.

Una vieja bolsa de papel rodó junto a sus pies y voló hacia un montoncito de basura que se estaba formando en la esquina del aparcamiento.

—Mi hermano no entiende mi genialidad —dijo Peño, suspirando dramáticamente—.

Los titulares del año pasado contra los jugadores de banquillo.