—¿Cómo se llamará? —cuestiona Ginebra. Ambos nos miramos, puesto que en el caos ninguno se ha percatado de qué es la criatura, tan perdidos en el miedo, consumidos por el terror. Al final no ha importado qué género sea, solo queríamos a una criatura saludable y eso tenemos. La doctora al notar la confusión nos dice el sexo, pero es un susurro distante que ninguno de nosotros dos se molesta en constatar. Ambos observando y detallando el pedazo de cielo que nos han regalado. Vagamente escucho cómo se cierra la puerta porque nos han dejado solos, no quiero separarme incluso cuando mi esposo me pide dormir un poco. Quiero quedarme así, viendo a nuestra criatura por siempre. No puedo creer que sea mía.