Comerciantes de atención

La tercera técnica consistió en el primer despliegue de anuncios «dirigidos», orientados a una nueva criatura a la que, pese a ser todavía un misterio, cada vez se la buscaba más, y a la que se conocía como la «consumidora femenina».

El segundo era la disciplina, relativamente nueva, de crear «marca», es decir, inspirar lealtad en determinados fabricantes, como Cadillac o Coca-Cola,

La alternativa de MacManus consistía en la publicidad de la iconografía.

La confianza renovada de la industria quedó reflejada en un manifiesto de 1923 titulado Publicidad científica. «Ha llegado la época en la que, en determinadas manos, la publicidad ha alcanzado la categoría de ciencia —se jactaba—.

Estando en prisión, otro veterano de guerra alemán escribió un folleto en el que tildaba de «maravillosa» la propaganda británica y elogiaba su sencilla presentación de «nociones negativas y positivas de amor y odio, de lo correcto y lo incorrecto, de la verdad y la falsedad», lo que atajaba las «medias tintas que pudieran suscitar dudas». El admirador en cuestión era Adolf Hitler, que estaba convencido de que, llegado el caso, podría hacerlo aún mejor.

«el Gobierno británico tiene la culpa de haber abierto una caja de Pandora que esparció el arma de la propaganda por el mundo moderno».

la industria se había contagiado del espíritu capitalista de finales del siglo XIX, lo que en el caso de los medicamentos milagro se tradujo en una estafa de proporciones excesivas, en ganancias excesivas, en un perjuicio excesivo para la salud pública.

Como observó William James, tenemos que pensar que, cuando lleguemos al final de nuestros días, la experiencia de nuestra vida equivaldrá a aquello a lo que hayamos prestado atención, ya sea por defecto o por elección propia.

Gracias a la venta de medicamentos milagro, la publicidad demostró por primera vez de manera concluyente su utilidad real: era una especie de alquimia, un medio aparentemente mágico para transformar en oro comercial sustancias que en el fondo no servían para nada.

De la vida de Stanley solo conocemos su propia versión, que él llamó The Life and Adventures of the American Cowboy (La vida y las aventuras del vaquero estadounidense), por Clark Stanley, mejor conocido como el rey de la serpiente de cascabel,