Contra el sueño profundo

Aquí habla alguien para quien la literatura lo es todo, la salvación de su vida, la confirmación del yo y el descubrimiento del mundo.

el retroceder del final hacia el principio, el viento entre las páginas, y, sobre todo, el pararse no sólo entre capítulo y capítulo, sino entre párrafo y párrafo, entre frase y frase. Pararse, levantar la vista, meditar, continuar.

Pero escasos libros me persiguen así, con tanta fuerza, tanto sigilo, tanta exigencia. Siento como si la mayoría de las otras lecturas sólo en apariencia fueran libros, únicamente «libros» desde fuera. Siento como si dentro no hubiera nada para leer.

Aun así, ninguna rabia del mundo impedirá que Kurt Waldheim sea elegido el 8 de junio de 1986 jefe de Estado como un rey fantasma,

Su principio: puedo lavarme las manos porque, si bien sé que se cometen crímenes, no entro en consideración como testigo, pues no existe ningún reglamento de servicio que obligue a tener memoria.

«Quiero hablar, y no como escritor o ciudadano, sino en nombre de un pueblo, del verdadero y tantas veces marginado, apenas alguna vez preguntado, ya casi enmudecido pueblo austriaco».

«De todos los dominios del espíritu humano, ninguno ha sido más ajeno a mí que la política del día a día. Digo política del día a día. Pues la política de los siglos, que se llama historia, y la naturaleza del espíritu humano, que permanece siempre igual […] han sido el arduo campo de estudios de los cincuenta y siete años de mi vida»

Todavía escribe el esclavo de un sistema de comunicación previa, a la que inevitablemente se vendió la identidad.

Entre la gente como yo, el tratado fue recibido como un evento más bien deportivo, que se sigue con curiosidad mientras se transmite por la televisión. Sin embargo, una vez apagada ésta, uno vuelve a estar completamente encerrado en su propio mundo.

Hans Jäckel es por un lado un héroe titánico que siente como si «tuviera que realizar un trabajo inhumano que le agota hasta el extremo»; por otro lado, sin embargo, es a veces completamente incapaz de experimentar nada. Cuando se cumplen aquellos anhelos que para él ya eran las mismas experiencias, todo se le vuelve «ciego y feo».