El poder de los afectos en la política

realidad, el resentimiento no es un rasgo de nacimiento; siempre es producto de una reacción de indignación contra una situación específica en que el individuo se siente víctima de una injusticia. Esta indignación puede transformarse en resentimiento si no se ofrece alguna perspectiva de reparación de la injusticia.

con algunas de las ideas fundamentales del psicoanálisis no solo debería permitirnos conectar afectos y razón en el proceso de identificación, sino también pensar cómo lograr que los afectos se movilicen para la construcción de una voluntad colectiva.

Como están seguros de saber lo que es bueno para la gente, no creen tener necesidad alguna de preguntarse acerca de sus aspiraciones reales.

Para generar adhesión, necesita transmitir afectos que estén en sintonía con las preocupaciones y experiencias personales de la gente.

Para generar adhesión, necesita transmitir afectos que estén en sintonía con las preocupaciones y experiencias personales de la gente.

Las personas necesitan sentir que su involucramiento en política les da voz, las empodera. Entre los afectos menospreciados por la izquierda global, aquellos que expresan demandas de soberanía, protección y seguridad son primordiales. Dejarlos en manos de la derecha constituye un grave error político, ya que impide la elaboración de un proyecto político capaz de hacerse eco de las demandas de las clases populares. En lugar de desestimar esas demandas, es necesario articularlas

despojar a la democracia de la problemática del individualismo, y al destacar el papel crucial que desempeñan los afectos en la construcción de las identidades políticas, señalé el carácter colectivo y partisano de la acción política. Uno de los puntos más débiles de las teorías democráticas liberales es su incapacidad para percibir el carácter colectivo de las identidades políticas y su dimensión afectiva.

Lo que está en juego no tiene que ver con la racionalidad, sino con los afectos comunes.

Abogan por una democracia orientada de manera exclusiva a defender los intereses de aquellos a quienes consideran “verdaderos ciudadanos nacionales”

para señalar la erosión de los dos pilares del ideal democrático: la igualdad y la soberanía popular.