Juan Jesús supo en qué parte estaba de la pista de carreras. Entendió al fin lo que sintió al bajar los escalones del edificio de Nuria: un deseo irrefrenable de conocerla ahora, cuando ya no requería del episodio previo que fue él, lejos del viaje que no hicieron, las esclavitudes a una familia ya atenuadas por las pérdidas, descubrir el cuerpo y la entrega de Nuria sin los sobresaltos, las huidas, las noches fracturadas en las que debía salir, ocuparse del padre, pensar en tantas cosas; eliminar lo que sirvió para que ella llegara a ese ventanal y mirara caer la noche y existiera de ese modo, con él, que ya había borrado el futuro que no tuvo.