Alma máquina

Al tiempo que la máquina trabajaba, la conciencia lockeana utilizaba el poder de la razón para actuar. Gracias a los poderes de la conciencia, el hombre era moralmente responsable por sí mismo.

Locke llamó al cerebro «la habitación presencial de la mente»

En lugar de socavar el alma racional, Locke le amputó una buena parte, cortándole la vida mental, al tiempo que reiteraba que la eternidad aún aguardaba a los buenos y virtuosos

En la cuarta edición del Ensayo, publicada en 1700, el otrora médico desarrolló más el tema de las asociaciones equivocadas. La locura y las ilusiones menos graves «provienen de una misma raíz y dependen de la misma causa. Esta consideración de la cosa misma (la locura), en un momento en el que no pensaba en absoluto sobre un tema que no abordaba, me lo sugirió». En la edición de 1700, Locke también añadió su famoso capítulo «Sobre la asociación de ideas», donde, asombrosamente, no citaba ni daba crédito a ningún predecesor.

Si la mente era la estructura mediante la cual pensamos y tenemos ideas, la conciencia era la aprehensión interna de todo ello. La conciencia constituía la identidad individual y el yo.

Para Locke, todo lo que fuera objeto del entendimiento –el dolor, la meditación interna y la percepción– provenía de las ideas. Locke catalogó las ideas simples y complejas, así como distintos modos de pensamiento como la sensación, la contemplación y los recuerdos.

La mente de Locke estaba poblada por ideas, sus habitantes naturales. Si bien la palabra «idea» hundía sus raíces en el pensamiento platónico, en inglés también se usaba desde hacía mucho tiempo para referirse a una noción o un concepto o una imagen

Shakespeare anticipó este uso cuando se refirió a la mente como un órgano interno: el amor no veía mediante los sentidos, sino mediante el ojo de la mente

«Los tres grandes elementos que gobiernan a la humanidad son la razón, la pasión y la superstición. La primera gobierna a unos pocos, y las otras dos comparten al grueso de la humanidad y la poseen por turnos. Pero es la superstición la que produce de lejos las mayores calamidades»

«Los tres grandes elementos que gobiernan a la humanidad son la razón, la pasión y la superstición. La primera gobierna a unos pocos, y las otras dos comparten al grueso de la humanidad y la poseen por turnos. Pero es la superstición la que produce de lejos las mayores calamidades».