Phillip Lopate

mi parte me inclino a pensar que la piedra en el zapato de la mayoría de los ensayos personales no es la técnica sino la psicología: lo que hay que tener es preparación emocional y la generosidad, si así lo quieres, de ser franco y abrirte y exponerte.

Me gusta recordarme y recordar a mis alumnos los extremos tonales que tenemos a nuestra disposición

La etnia, el género, la religión, la clase social, la geografía, la filiación política son fuertes determinantes en la evolución del personaje. En ocasiones se exagera su huella, como en la más limitante política de la identidad, que pretende explicar todos los intangibles del destino de un ser humano por tal o cual opresión social. Pero hay que ser audaces a la hora de trabajar con estas categorías como puntos de partida y no temerle a la reflexión acerca de nuestra pertenencia a cada una de esas comunidades y del grado en que nos han conformado.

¿Eres ya un personaje? Puede que no: no hasta que hayas soldado tu relación con el lector y dejado huella en su cabeza, para que todo lo que tu yo diga y haga en la página parezca curiosa y vívidamente singular

El truco, naturalmente, está en que es imposible que diviertas al lector si tú no te diviertes. Y con esto llegamos a uno de los mayores escollos de la escritura personal: el odio a uno mismo.

la curiosidad de acerca de uno mismo. Esa autocuriosidad (de la que Montaigne es la fuente y el mayor ejemplo) solo puede surgir del distanciamiento de uno mismo que ya he mencionado.

Estoy convencido de que divertirse con uno mismo es una disciplina que se puede aprender y que podemos

La literatura de no ficción prospera en audaces, rápidos y subjetivos vuelos del pensamiento. Hay que hacer hábito de invitar, no de censurar, las ideas más maliciosas y rocambolescas, porque por mucho que sean disparatadas, quizá apunten a un elemento de la verdad de otro modo inaccesible.

Hay algo molesto en esos relatos de no ficción donde el yo es infinitamente menos pecador que objeto de pecado. Mostrando nuestra complicidad en el cúmulo de pesar que puebla el mundo, convencemos al lector de nuestra realidad y es posible que hasta nos ganemos su simpatía.

El yo inquisitivo y de izquierdas de George Orwell en El camino de Wigan Pier se hace más complejo y creíble cuando admite que encuentra repelente el olor de los mineros,