Supongo que hubo una época en la que se podría decir que era feliz. Lo compruebo por el rastro digital que he dejado en las redes, que es el rastro translúcido que deja una babosa. Yo no recuerdo nada. Pero parece ser que tenía un trabajo normal, un horario, salía a cenar, tenía amigas, me cortaba el pelo. Tenía opiniones muy fundadas sobre política nacional e internacional. Leía libros, coleccionaba el New Yorker.