Fuesen cuales fuesen el tamaño y los materiales del icono, se creía que su contemplación conducía a la comunicación directa con la figura —o figuras— sagrada que representaba; así, las plegarias se dirigían directamente a la santa figura que aparecía en la imagen. La Virgen, los santos y otros personajes se representaban según convenciones claramente definidas, y podían ser identificados por el color de sus vestiduras —por ejemplo, san Pedro siempre viste de azul y oro— o por algún objeto —conocido como “atributo”— que hace referencia a su martirio.