Cuando se está enganchado, el vendedor es como la amada para el amado. Se espera su especial manera de caminar por el pasillo, su llamada especial, se busca su cara entre las que nos cruzamos por la calle. A veces se produce una alucinación en la que el más mínimo detalle de su exterior aparece como si estuviera delante de uno, en la puerta, haciendo la eterna broma del vendedor