El Corazón De Una Bridgerton

¿Cómo podrías no quererme cuando yo te quiero tanto, tanto?

Gracias, Michael, por permitir que mi hijo la amara primero.

Carta de Janet Stirling, condesa de Kilmartin viuda, a Michael Stirling, conde de Kilmartin, junio de 1824

No lo necesito. Lo único que necesito… Solo necesito…

Y no importó que no supiera cómo terminar la frase, porque de todos modos ella lo sabía.

—Lo sé —musitó ella—. Yo necesito exactamente lo mismo.

Te quiero —dijo ella. Deseó acercársele, deseó abrazarlo, pero parecía estar clavada en el lugar—. Te quiero —repitió—. Te amo.

—No tienes por qué…

—Sí que tengo. Tengo que decirlo. Tengo que decírtelo. Te amo. Te quiero. Te quiero tanto, tanto…

Todo el resto de mi vida te amaré —prometió—. El resto de mi vida. Te lo prometo. Daré mi vida por ti. Te honraré, te mimaré. Te…

Porque si no era feliz…

Bueno, eso sí lo mataría. Podía vivir sin su amor, pero no sin su felicidad.

Ella deseó estrangularlo.

Él ladeó la cabeza y le sonrió.

Ella deseó besarlo.

Ella se movió hacia él.

Y él supo que era de él.

Porque jamás había sido así.

Todo lo anterior había sido su cuerpo. Esto era su alma.

No tienes por qué casarte con ella mientras estás allá —añadió Colin—; solo infórmala de mis inminentes nupcias.