Hay varias clases de muertes, encanto —pronunció ese apelativo que solo utilizaba en ocasiones y que poseía el poder de mantenerla con los pies sobre el suelo—. La del cuerpo y la del alma. Si tu alma muere, se muere también cualquier clase de futuro y mi única esperanza de detener esto —levantó la muñeca, mostrándole el tatuaje—, muere contigo. No puedo preservar tu cuerpo, no puedo hacer nada para erradicar esa maldita enfermedad, pero puedo preservar esa parte que nos pertenece a ambos. Por eso vine a ti, eres la que custodia mi alma, sanando tu espíritu recupero también lo que es mío.