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Alberto Salcedo Ramos

Botellas de náufrago

Me gano la vida cometiendo errores, es decir, haciendo textos. El verbo texere, en latín, significa tejer. Escribir es eso: garrapatear una frase, borrarla, garrapatearla otra vez, tejerla con la siguiente, construir el sentido palabra a palabra. En cada línea fallo, en cada línea tengo una nueva oportunidad. Los errores nos retan y nos ayudan a sostener la búsqueda. A veces el esfuerzo es insuficiente para enmendar el error. He aprendido también a bailármelo. Aparte de los yerros involuntarios derivados de mi torpeza, están los perpetrados a conciencia. Siempre he creído, por ejemplo, que es muy estúpido huir del amor para ahorrarse una estupidez. Así que cuando Cupido me apunta con su flecha le ofrezco el pecho, a sabiendas de que podría matarme. Después veré cómo diablos resucito. Si es imposible corregirlo, nos queda la opción de convertirlo, por lo menos, en un asunto bailable.
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Alıntılar

  • Cristian David Hernandez Chavesalıntı yaptıgeçen yıl
    El hombre estrenó su imaginación cuando inventó formas de arrimarse a los seres lejanos por medio del lenguaje. Al principio utilizó señales de humo, luego apeló a espontáneos mensajeros de vereda, después buscó ayuda entre los rapsodas. También mandó razones con jinetes, con centinelas de barco, con auxiliares de tren.
  • Cristian David Hernandez Chavesalıntı yaptıgeçen yıl
    Lo que sí recuerdo nítidamente es que veíamos la telenovela en compañía de Natividad Morales, una de esas empleadas domésticas que habían ido a Venezuela a ahorrar en bolívares para después regresar a San Estanislao a arruinarse en pesos colombianos.

    Natividad, que había visto Esmeralda en Venezuela, se la sabía de memoria. Cuando había un conflicto en la trama, ella lo anunciaba: “Ahora Dominga se duerme con el cigarrillo prendido y el rancho se le quema”. A mí me maravillaba eso. Yo sabía que ella no tenía el don de la adivinación sino que había vivido muchos años en Maracaibo. Sin embargo, me gustaba que pareciera bruja. Todo lo que anticipaba, sucedía.
  • Cristian David Hernandez Chavesalıntı yaptıgeçen yıl
    A comienzos de los años setenta, cuando yo era niño, vivía en San Estanislao, un pueblo caliente y arenoso del norte de Bolívar.

    Allí, a diferencia de lo que sucedía en otras partes de Colombia, no se vivía el “sueño americano”. Los habitantes, campesinos en su mayoría, soñaban con irse para Venezuela a trabajar como ordeñadores en los hatos ganaderos o como empleadas domésticas en las casas de familia.

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